miércoles, octubre 04, 2006
DIVAGACIONES
Es mi templo la noche, es la luz su elemento
Desenvuelvo mi pena, las palabras sin centro sirven de poco,
mis pasos siguen el cauce del Cócito, de regreso.
Pasos ligeros, desapegados del posible retumbar de sus huellas.
La resonancia que me guía sale de mi centro –
Ríos vibrantes de sensaciones fuertes,
ritos malditos ante ojos rotos,
cielos inventados en las noches grises,
surcos labrados recién logrado
el efímero resurgir de la vena que conecta todo,
surcos que hacen de la mierda, dulce metáfora
hacen que la mierda torne en el esplendor de la mariposa
con sus dispersos aleteos de aroma café-chocolate.
Esa resonancia indica a mi destino como escondido.
Escudo de talante invisible acompaña al dolor de mi endeble existencia,
y su macilento vaivén que convierte a todo en arcano ambigüo,
lleno de todo, de arriba y de abajo, con más de dos centros.
Círculo encerrado en su propio mito,
velos que encubren tanto dolor,
nubes que dilatan los colores del aura,
vientos que descascaran la costra de las alas.
Miles de serpientes translucidas revolotean en mi centro,
haciéndome parte del tan consagrado caos.
Días de borracheras con botellas.
Días con resacas de cartón.
Espirituosas tardes perdidas en el arquetipo de la embriaguez.
Endemoniados ceños cegados por el resplandor de los cuerpos.
Glorias mínimas de los tristes.
Laureles negros de los que triunfan
a costa de mirarse en el espejo y no reconocer lo que esconden.
Noches saladas, horizontales, calientes hasta el daño.
Noches frías, abrazadas del velo de agua
que flota en el aire como ropón de madre.
Noches en las que se extraña el rojo de la sangre.
Noches en las que el dinamo del alma
nos hace recorrer los rincones de la ciudad, o los de la Montaña en la ventana.
El cuerpo divaga, igual que las penas,
las serpientes van y vienen en los sueños,
las pesadillas cobran una especial insignificancia frente al miedo,
el miedo resurge de las cenizas de la infancia.
La espada se forja en el calor de la ira,
en las memorias difusas del rencor
¡El odio es el relieve de tantas cosas!
¡El ácido del corazón desvanece todo!
El cuerpo divaga, junto a la lengua, junto a la mente,
la personalidad es una mascara mutable
Condición extraña la de los cuerpos
necesitados de la invisible luz para dejarse ver
y de sus notorias figuras para esconderse
detrás de la ilusión perpetua de lo palpable.
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